Cúmulo de sentimientos
forrados en tranquilidad
que deleitan el alma,
joven e ingenua del que observa.
El nervio del volcán
queriendo explotar
dentro del tejido que llamamos cuerpo.
Nos une con aquel destino por forjar.
Porque lágrimas y risas
son la seña del niño y niña
queriendo salir a jugar
en un mundo ya sin adivinanzas.
Un hombre sentado al lado de un lago.
Otoño que inhalan los pulmones,
un verano en la memoria
que sujeta, la mano diestra, una pluma.
El gozo de la memoria implantada,
un futuro virtual de incertidumbre,
nos llama a develar la verdad:
que todos somos volcanes queriendo explotar.
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