¿Quién soy? ¿En quién me he convertido? Después de cinco años de vivir en el extranjero, uno se empieza a hacer preguntas; preguntas difíciles. Creo que es normal. Me imagino que es como verse desde el otro lado del espejo — o quizá verse a través de un segundo espejo. Y es que uno empieza a ver el mundo de manera distinta: estereotipos que se derrumban, falsas creencias, nuevos significados de lo que significan términos como “democracia”; ultimadamente, mi propia cultura. ¿Qué tanto es debido al estar fuera del país y qué tanto es debido a simple crecimiento personal? La respuesta está en la fuente del conocimiento.
Hay cosas que no se pueden aprender leyéndolas o escuchándolas, sino hay que vivirlas y observarlas en primera persona. En México se admira a lo extranjero. Al europeo (si bien no a todos) se le ve como algo novedoso, fino, de quien aprender. Pero no porque represente otra cultura, sino simplemente por ser “europeo”. En cambio, cuando se sale de México, el mexicano habla de maravillas de la tierra patria y defiende a morir nuestras tradiciones, costumbre e historia. ¿Alguien ve la hipocresía? Me pregunto si a esto es a lo que se refería Octavio Paz en su laberinto: malinchismo. Quizá no sea propio del mexicano, sino de cualquier persona que no ha vivido más allá de sus fronteras o que no ha reventado su burbuja. Pero uno habla de lo que conoce y de su historia. Y esto es sólo visible una vez que lo vives: una vez visto, no se puede desver.
Otro caso son los estereotipos. El mexicano es bromista por naturaleza, lo cual es una gran cualidad qué apreciar, pues nos acerca a esa calidad que, cierto es, se extraña desde la periferia. Sin embargo, no debiera sorprender la existencia de bromas y comentarios que denotan cierta tendencia al malinchismo: qué bien que estés en Europa, así mejorará la sangre en la familia; uy, ya te crees mucho porque estudiaste en Europa; compórtate, ¡qué van a decir de nosotros en Alemania! Son bromas, sí, y bromas hechas en buena fe sin afán de menospreciar o lastimar a alguien. Pero su constante repetición en la sociedad afecta la manera en como nos vemos a nosotros mismos y, por ende, a otros. Bien se dice que una mentira repetida miles de veces se vuelve verdad (y casos existen varios). ¿Por qué habría de ser distinto con una broma o chiste? Lo mismo ocurre con “fake news” y ciertos discursos políticos. Y el problema es que crecemos escuchando estas “verdades” que las terminamos por interiorizar. Lo mismo (y peor) pasa con chistes sobre nacionalidades o razas. ¿Qué pasa cuando te encuentras con alguien de cierto país o de cierta tez y se te sale dicho comentario? No, no se trata de ser “políticamente correctos”, se trata de reducir y evitar desarrollar “unconscious bias” que terminan dañando a la sociedad y que nos impiden crecer como humanos. Claro está, no es culpa de persona alguna, pero sí es responsabilidad de cada persona de cambiar.
Vuelvo. ¿Quién soy? Vuelvo a mi país y me reencuentro con un “yo”, latente, que reaparece en todo su esplendor creando un efecto catártico. Pero, después de cinco años, hay otro “yo” que no existía antes. Éste es un nuevo “yo” que en algún momento se desvió de su camino original. ¿Quién es? Más que una escisión del Yo (como diría Freud), es un nuevo matiz del Yo original. Es como cuando, al mezclar dos acuarelas, se crea una tercera de mayor complejidad que, aún guardando los colores originales, crea un tercer color que es más que la suma de sus partes. 1 + 1 = 3. Este nuevo color no reside en ningún plano físico: no pertenece a ningún país. Existe más bien en un plano z ajeno a este mundo y sólo accesible en el imaginario. Es como ser el Atlántico sin realmente ser América o Europa o África. Los católicos lo llaman limbo. Este tercer “yo” es mi verdadera identidad, pero que yace más allá de lo visible. Sin existir ni en México, ni en Europa; es ese “yo” quien regula una pluralidad de pseudo-personalidades con base en dónde me encuentre. Tengo una teoría de cómo encontrarlo en el plano de la realidad: música, literatura, pintura; arte. El tercer “yo” quiere expresarse y su escaparate son canales creativos. Sólo así puede mostrar sus matices y complejidades. Sólo así se puede responder a la pregunta: ¿quién soy?