La llama doble; amor

Ensayo comparativo del amor para la clase de Filosofía basado en el ensayo “La llama doble” de Octavio Paz.
Fecha original del texto: 31 de mayo, 2004

El amor

¿Qué es el amor? Un sentimiento, una necesidad, una razón, una palabra… ¿Es acaso que esta compleja palabra no tiene significado concreto alguno? Pues no, no lo tiene. Porque si lo tuviera, se convertiría en una palabra más que buscar dentro de un diccionario, y no lo es así. El “amar” puede tener una pluralidad de significados: puede ser un verbo, un adjetivo, un arma, un juego, una historia…, pero parte siempre del mismo punto, manteniendo siempre la misma esencia; y es precisamente la esencia del amor la que, aunque no la podamos ver ni palpar, nos incita a continuar con nuestras metas, nuestros sueños, nuestros anhelos, nuestros deseos. 

Varias personas han querido desmenuzar esta palabra (usaré este término por ser el menos intrigante) en sus morfemas para así poder comprenderla y entenderla. Se han valido de infinidad de caminos para llegar a la respuesta: han viajado a través de la filosofía, han transcurrido por la historia, se han infiltrado en la religión, ¡e inclusive han navegado por las matemáticas! Pero en vez de hallar una solución, se han topado con más acertijos y enigmas por resolver; los cuales los han acarreado a paradigmas tan promiscuos que ni el mismo Einstein pudiera resolver. Empero, todas estas nuevas preguntas han hecho indagar a estas personas (llámeseles filósofos, matemáticos, literatos, científicos…) en nuevos terrenos que no habían pisado; llevándolos así, no a respuestas más lógicas, sino a preguntas más certeras.

Octavio Paz, distinguido ensayista y poeta mexicano, ha sido una de estas personas que ha querido hallar la heterogeneidad acerca de esta palabra. En su libro “La llama doble”, nos habla acerca del amor y el erotismo, dos cosas que no son lo mismo, sin embargo, que van de la mano. 

Octavio Paz nos plantea que hay una gran diferencia entre el erotismo y el acto sexual: la reproducción. Mientras el acto sexual se enfoca en el mero fin de la reproducción, el erotismo se enfoca en algo más pasional: el placer. El erotismo es una representación, una ceremonia…, es el rito que llevamos a cabo haciendo uso de nuestra imaginación, es la avivez de la vida. Paz define al erotismo como una metáfora de la sexualidad animal: es como si estuviéramos observando un poema de Bécquer. El erotismo es una característica del amor. Sin erotismo no hay amor. El acto sexual pudiera ser la representación más sublime del amor, pero no siempre conllevará amor de por medio, en cambio, el erotismo siempre habrá de conllevar amor, siempre. 

Todos estamos sujetos a estos tres fenómenos: amor, erotismo y sexo; y todas son manifestaciones vivas de nosotros, por lo tanto, somos nosotros mismos los que nos escribimos al hacer el amor, o al acariciar el cuerpo de nuestra pareja. Somos nuestros propios artistas, nos reinventamos a cada minuto, nos plasmamos en un presente y nos descubrimos en un pasado… Somos camaleones.

El amor no tiene como fin la procreación o el placer: no, el amor no trasciende. El amor principia y acaba con él mismo, se crea a sí mismo, se desarrolla y se termina él mismo transformándose (no muriendo, sino mutando).

El amor no es eterno. El amor es la eternidad, es todos los tiempos en un solo instante. Es la unión de la delgada línea que divide al tiempo y al espacio que la conjunta en un presente distinto a cualquier momento. Se recrea en cualquier época y se vive en cualquier otra, es una permutación constante que nunca acaba, puesto que nunca se crea.

Octavio Paz acierta en varios de sus argumentos, intenta definir el amor no por sus consecuencias, sino por sus razones. Relaciona los actos eróticos como una metáfora de lo que nos caracteriza. Lo erótico proviene de lo que sabemos, tenemos y conocemos. Asimismo, nos crea un mundo subalterno siempre existente pero no siempre palpable. Es ese mundo el que varios buscamos, los que unos encuentran y los que el resto desdeña. ¿Será acaso que ese mundo sea el Elíseo que debamos buscar y encontrar con el fin de realmente ser alguien?

Sáenz, un distinguido filósofo contemporáneo, se dio a la tarea de no definir al amor, sino definir los tipos de amor. Para él existen doce diferentes tipos de amor. Dentro de esa estratificación se pueden encontrar amores entre amigos, entre pareja y entre cónyuges. Nos propone que hay un amor para cualquier situación (si se le pudiera llamar así): un amor primitivo, amor de voluntad, amor de integración, enamoramiento, cariño y afecto, el matrimonio y la caridad son los que más se destacan por ser los más constantes y difíciles de ejercer.

Sáenz acierta al establecer estos distintos tipos de “amor” que existen, al igual que en describir sus características y causas. Pero se equivoca en algo minucioso: no se les puede denominar a todos ellos “amores”.

Al usar la palabra “amor” te refieres a un solo sentimiento, a un sentimiento tan puro y sublime que no se puede comparar con nada. Pero lo que hace Sáenz es aplicar este sentimiento a todas las relaciones que hay entre dos o más entes. A mi parecer, no hay tipos de amor, amor sólo hay uno. Estos “tipos de amor” que nos propone Sáenz son meros deseos, obsesiones o necesidades que tenemos los humanos. Algunos de ellos son peldaños que hay que subir para alcanzar el amor; otros son estratificaciones del mismo amor, pero no son “amor”. 

Un ejemplo claro es el caso del “enamoramiento”. En este caso tú no llevas a cabo la acción de amar, tú te enamoras (paso indiscutible para alcanzar el amor). En el caso del “matrimonio”, puede ser que sí haya amor de por medio, pero no siempre. El matrimonio no es necesario para que haya amor, es simplemente un rito, como el erotismo.

El amor ha sido una de las consternaciones más frecuentes en el ser humano, ha sido su punto medio en toda acción y su finalidad como ser. Esta palabra no puede ser definida y jamás lo será, pues eso es lo interesante de la palabra: no ser descifrada. De lo contrario, le quitaría el jugo a la vida, la haría insípida, incómoda, predecible… no tendría motivo la vida.

Por eso no hay que enajenarnos queriendo resolver esta ecuación que, aunque tenga una sola incógnita, está destinada a no ser desenmascarada nunca. El amor no es sentimiento alguno, no es palabra pensada, no es verbo actuado, no es sustantivo que usar… el amor es.

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