Pasas, pues

Sentado frente al monitor, viendo los días pasar. 
Un vaivén monocromático de horas y días y días y horas.

Pasas, pues, una tarde vistiendo tus jeans y zapatos abiertos.
Tu chamarra negra de piel; aquélla que te denota seguridad
Pasas, pues, y me cruzas,
Y mi mirada te cruza,
Si acaso algún recoveco en tu rostro (o en el mío);
Y el día sigue.
Pero recuerdo tu silueta fuerte en ese ajuar casual,
Disonante quizás.

Pasas, pues, la siguiente tarde,
Un vestir similar, pero tu mismo caminar habitual
Ahora miro tu rostro; cabellos dorados bañando una piel que oculta
Historias contadas en libros prohibidos,
Una piel que da relieve a dos cráteres que germinan un océano profundo:
Aquél que penetra, que dice sin pronunciar, que invita sin anunciar.

Tu superficie es imperfecta,
Como tu andar y tu hablar.
Pero eso no lo sé aún,
Pues en ese momento en que nos cruzamos
Nos respondemos con un reconocimiento de la existencia de ese instante y ya.
Pero recuerdo (o me imagino)
Tu sonrisa,
y me carcome el tiempo eterno
que separa nuestro siguiente encuentro
de este momento pasajero.

Pasas, pues, otra vez,
Algo ha cambiado,
No has disimulado
Que me sabes expectante, espectador mudo de un juego infantil donde
Nada cede pero todo provoca.
Me sonríes, te sonrío – o lo imagino –,
Pero qué importa. Me conoces y te conozco.
Caminas más lento desde mis ojos,
Luces más atractiva desde mi posición, floreces una sensación
recóndita con cada estacada que da ese péndulo tuyo.

Una apertura, si acaso una invitación,
La que yo busco.
Una señal: olvidas tu chamarra ese día,
Despliegas esa autopista
De leche quemada que desemboca en tus manos inmaculadas.
Te alejas, pues,
Como una luz que agota el oxígeno;
Pero no por última vez,
Ya lo sé.

Paso, pues,
Por primera vez,
Como un murmuro que alcanza tu oído
Mi figura se manifiesta en tu alrededor,
El tipo aquel de la mirada fugaz,
Ahora a unos metros de ti; ahora a unos pasos de ti:
Tu comisura labial
Comienza a vibrar.
Tú con tu chamarra, yo con la mía,
Parados por fin enfrente el uno del otro;
Finalmente cruzamos el umbral de lo sonoro.
Tu sonríes (me sonríes);
Yo río, disfruto, tiemblo y me evaporo en tu rubio resplandor.
Te analizo, te admiro,
Subo y bajo tu rostro;
examino tus líneas, tu meticulosa cara que advierte ya
una unión futura en el océano occidental.

Una señal, lo que busco;
Tu cabello te acomodas,
El blanco de tus ojos invade mi intimidad
Y en ese momento lo sé.
Sé el porvenir,
Las cartas,
Las llamadas,
Los escapes a la azotea,
El coqueteo nocturno
En las noches de abril;
La ilusión, pues, del diseño
Del recuerdo perfecto,
Aquél que anhelé desde años atrás
Y que esbozo con cada parpadear que me das.

Te agarro esas manos adornadas de oros y lunares,
Te llevo a los rincones de la ciudad donde te encuentro
Desnuda,
Sin filtros,
Sin máscaras,
Solos los dos en ese momento musical
En la mansión que es laberinto y galería.
Me enamoro del hipotético,
Del posible,

Del imaginario,
Ruedo de gloria y me enredo de miel;
Dorada y viscosa como tu imagen en el momento que nos despedimos
Para volvernos conocidos
Desconocidos.

Pasamos, pues, al siguiente compás,
Al siguiente capítulo, aquello
Llamado cortejo
Que es más bien el hundirse en el mar cálido de tu instinto de supervivencia,
Cómodo y rico al inicio,
Pero traicionero y fatal
Si no sabes escapar.
Tus cabellos llueven sobre de mí,
Los arrebato de mi rostro con destreza,
Nos adentramos en nuestro calor ancestral,
Murmurando estacatos que rebotan en la bóveda astral;
Tus jeans, aquellos mismos jeans,
Se contorsionan con cada gota
Que derrama nuestro abatir;
Me detengo,
Pero me detienes,
El títere que cobra vida propia,
Ventrículo de tu cuerpo o del mío,
Me desconozco por un segundo pero luego te encuentro,
Justo ahí, en esa mirada tuya que me dice
Que lo hipotético es posible – y me lo creo –
Porque tu chamarra no lo es más,
Y me veo en tu reflejo,
Y me ves,
Y lo sé,
Porque lo que sigue es justo el
porvenir que tanto anhelé.

Y me sacrifico, o me sacrificas,
Me enciendo y nos perdemos
En una calle solitaria con lámparas irradiando su naranja claroscuro,
Aquél que nos sorprende
entre tropiezo y acierto;
pero yo, aún despierto,
descubro tu secreto
(pero aún no lo sé):
Que a pesar de pensarte cierta y real,
Ajena y mía, dulce y especial;
Tú ya conoces nuestro amargo final.

Pasa, pues, el tiempo.
Aquél que es omnipotente
Y todo sucede.
Nos encontramos en esa noche de diluvio,
Cántaros ahogando aquello que debimos decirnos
Pero que ocultamos detrás de palabras
Inútiles,
Huecas,
Secas.
Te observé, te analicé ,
Y esperé…
Esperé el relámpago de tu voz
Que perforara mi sien.
Fuiste sutil, suave,
Prudente si acaso.
Tú sentada frente al volante,
Mares de carros;
Yo, abrazando el agua,
Olas de emociones.
Tú, estoica,
Siempre fuerte
Y segura
De ti misma, tu cara sin resquebrajar
Herida alguna: una vela ardiendo
Pero carente de calor.
Yo, ingenuo.
Pequeño, diminuto,
Eterno romántico sin reparo.
Iluso por aquel ideal que nunca existió
Pero que juré que existiría.

Pasa, pues, la lluvia,
Y yo,
enfrentando la naturaleza del pavimento, solo.
Y yo,
Confrontado conmigo mismo.
Esa noche
era de festejo, música y baile en el rooftop observando la belleza de mi ciudad.
Esa noche,
pudo haber sido aquella noche que mucho conjeturé.

Regreso,
Me escondo de sombras y personas,
Me retiro y encierro en los confines de la habitación de la mente.
Hiervo, bebo,
Grito y me arrebato al pudor de mi vergüenza.
Cristales salpican,
Alcohol se evapora,
Y yo, viendo la lluvia golpear el ventanal donde veo reflejada mi propia lluvia.
Alguien llega (no recuerdo ya quién),
Se detiene, me observa; entiende.
Yo no,
Sigo absorto, empañado de pensamientos y culpas.
Se acerca, me abraza, me conoce;
Yo,
Me caigo en pedacitos.

Pasa, pues, el tiempo,
Un minuto,
Diez minutos; dos tequilas, tres tequilas.
Mi ingenuidad quiere morir,
Pero no la dejo, persisto,
Como un quijote obstinado.
En ese momento, lo sé
(pero en realidad no lo sabré sino hasta después).
Me rindo,
Arrojo las emociones por el ventanal que da a la calle,
Mas es un espejismo (pero no lo sé).
Mi amiga me deja, sabe lo que necesito.
(¿qué necesitaba?)
Me pongo mi máscara y me oculto detrás de ella.
Me enderezo y regreso,
Vuelvo triunfal a la luz del sonido
Y la risa comunal.
Pretendo y me traiciono.
Me condenso por dentro
entre disparos de alcohol
Y sollozos de amor.

Pasa, pues, la noche,
Y yo dejo este plano
Pues nada importa.

Pasa pues, la noche;
Así como una vez ella pasó,
Y con ella,
Mi corazón se enamoró.






One thought on “Pasas, pues

Leave a comment