Estudio sobre el poeta

Que pierdo el control; esta mano diestra que avanza sin pensar. Un conjuro del más allá, notas al aire, notas al interior, esta sensación de vivir sin saberse expresar. La maldita poesía que me devela el misterio de la vida. Que pierdo el control del recordar, del olvidar, ¿quién soy yo si no escribo mas que arenas en el mar? El sonido efímero que es y no es, que existe y desvanece: la música que sólo existe en el ayer. La tinta que fluye en el pentagrama, a veces fina, a veces confusa, abriendo las puertas de un compás, callando las emociones de un si menor. Somos agua, río, vida que fluye al cauce de lo insólito; lo mágico. Corriente que pierde el control, fósiles y rocas tratando detenerla; la luna imponente ejerciendo su poder ancestral. Entramos en trance para disfrutar, escuchar la voz de niño que una vez fue, que una vez gritó, que una vez murió. Y revivir, revivir en la diáspora de una voz que gime junto a un piano apolonio. Despertar y verse reflejado en el espejo del mundo. Todos somos música, todos somos pasado y presente. La burbuja del hilo dorado de Ariadna que nos reencuentra con ese niño perdido, hambriento, lleno de contradicciones y verdades. Jala el hilo y toma el control. Que un poeta reconoce al músico entre la multitud. Abre los ojos, reconoce tu mano y convierte este tiempo en tu futuro presente.

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