Me encomendé a tus pétalos
Marchitos de pudor,
Mientras tallabas con tus labios
Mi amargo sudor.
El brío de tu indecencia
Trastocaba mi ínfimo vientre,
Mientras tu sutil demencia
Me apoderaba en la vergüenza.
Entré al capullo de tu intimidad,
Disfrutando la ambrosía que me ofrecías,
Disfrutando el exceso de vanidad,
Engañándome día a día.
Juntos yacimos en tu efímera pradera,
Ahora yago solo en mi desierto;
Desierto creado por las dunas de tu aroma,
Aroma decrépito con olor a muerto.
Ahora todo es terso,
El espectro de tu brisa ya no me acosa...
La primavera ha marchitado el sopor,
Se ha caído el último pétalo de tu rosa...
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